Soy,
Nelliana

Madre y emprendedora con múltiples pasiones, que desafía continuamente el status quo.
En cada una de mis iniciativas—Multicultural & Spanish Therapist Group, Relational School, y Authentic Growth—comparto una visión común de crear un mundo donde las personas puedan alcanzar su máximo potencial, integrando sus responsabilidades y sus sueños de forma auténtica.
Mi misión es empoderar a las personas para que encuentren la armonía en su vida, desarrollando relaciones sólidas consigo mismas y con los demás.
Nos fundamentamos en valores de autenticidad, apertura, empatía, empoderamiento y compasión, desafiando el status quo mediante enfoques innovadores, audaces y orientados al crecimiento.
Con un compromiso claro con la comunicación directa y soluciones estratégicas, proporcionamos un espacio seguro e inclusivo que facilita una transformación personal duradera y un crecimiento armónico.
Algunos de mis proyectos

Multicultural & Spanish Therapist Group
Soy directora y psicóloga. Ofrecemos un espacio terapéutico inclusivo y culturalmente sensible que respeta las complejidades de la identidad.

Relational School
Fundadora y autor del Neosystemic Framework. Ofrecemos un enfoque integrador que permite entrenar a terapeutas a abordar con sus clientes. la complejidad del mundo moderno, a través del respeto y conexión genuina.

AUTHENTIC GROWTH
Creadora del concepto de Nectormo y Mentalidad de FLOW. Visualizamos un mundo en el que las personas prosperan en sus carreras mientras nutren sus vidas personales, permaneciendo fieles a sí mismas.
Nectormo: La lucha emocional que yo como tantas mujeres modernas sufrimos
Desde pequeña, siempre supe que quería ser psicóloga. Comencé mi carrera en Venezuela, luego en España, y al mudarme a Estados Unidos, tuve que reiniciar mis estudios para cumplir con los requisitos del país. En ese momento tenía tres hijos pequeños, de 6, 4 y 3 años. Recuerdo cada vez que me iba a estudiar o a completar las 3000 horas de práctica requeridas; mis hijos me rogaban que no los dejara. Se aferraban a mis piernas llorando, y aunque sabía que buscaba un futuro mejor para ellos, la culpa y el sentimiento de egoísmo me acompañaban cada día.
Mi esposo trabajaba largas horas, y aunque podía cubrir las necesidades básicas, yo no quería conformarme con un trabajo que no me apasionaba. Había dedicado mi vida a ayudar a las familias a encontrar paz y armonía, y a guiar a las personas hacia una mayor confianza en sí mismas. Abandonar esa pasión para ser ama de casa no era una opción para mí.
Un día, mientras me bañaba —porque así es la vida de una madre, siempre en multitarea—, se me ocurrió una idea para aliviar el dolor de la separación. Decidí hacer a mis hijos parte de mi sueño. Les propuse que cada día que fuera a trabajar, acumularíamos un dólar para un viaje a Disney. Lo que empezó como una idea improvisada transformó la dinámica familiar: al día siguiente, mi hijo de 6 años fue quien me despidió con una sonrisa y me deseó éxito. Ese día comprendí que no siempre comunicamos la importancia de nuestros sueños a los que amamos. Nos negamos la oportunidad de ser auténticas por las presiones externas, pero tener la aceptación de mis hijos me dio el valor para continuar.
Así, comencé a desarrollar la mentalidad FLOW, integrando mis mundos personal y profesional. Acepté que no podía hacerlo todo al 100%, pero que mi felicidad y autenticidad me convertirían en una mejor madre. Pronto, entendí que no debía responder a cada demanda externa de inmediato. Aprendí a priorizar, delegar y, cuando fuera necesario, a decir NO a lo que no contribuía a mi bienestar y al de mi familia.
La práctica diaria de FLOW me enseñó a reflexionar antes de actuar, a decidir conscientemente cómo responder a cada demanda sin juzgarme. Poco a poco, me di cuenta de que ser fiel a mí misma y tener el apoyo de mi familia me permitía disfrutar cada aspecto de mi vida: podía llegar a casa con energía, con deseos de estar presente y conectada con ellos, y sin sentirme abrumada por los roles.
Hoy, mis hijos, que ahora tienen 13, 11 y 10 años, son personas independientes, amorosas y respetuosas, quienes aprendieron desde pequeños que nuestra familia es un equipo. Saben que también deben asumir responsabilidades y respetar mis espacios. Cada jueves, por ejemplo, me voy a bailar, y ellos preparan la cena y se acuestan sin necesidad de supervisión, entendiendo que todos sacrificamos algo por el bienestar común.
Gracias a esta armonía en el hogar, pude avanzar profesionalmente.